Paseando por MANDISO

Historias que nacen donde termina el mapa

Dicen que todo libro tiene su origen en una pregunta.
El mío nació de una ausencia.

Cuando terminé Mandiso, muchos lectores me escribieron diciendo que sentían que el pueblo seguía vivo más allá de las últimas páginas. Que, al cerrar el libro, no habían dicho adiós, sino “hasta luego”. Y en realidad tenían razón: Mandiso nunca se detuvo. Seguía respirando, latiendo, inventando historias y escondiéndolas en los pliegues de sus calles cambiantes.

Así nacieron estos relatos:
no como una continuación,
no como una segunda parte,
sino como un paseo lateral, una exploración de todo aquello que Mandiso susurraba desde sus sombras, sus rincones y sus silencios.

Paseando por Mandiso reúne esos murmullos.

Relatos que habían quedado fuera por falta de espacio, por exceso de magia o simplemente porque no querían ser contados todavía. Ahora, por fin, se dejan leer.


Un libro de caminos secretos

Cada historia de Paseando por Mandiso es un sendero distinto, autónomo, con principio y final propios. No necesitas recordar nada: cada cuento te guía de la mano como si fueras turista y habitante al mismo tiempo.

Encontrarás personajes que podrían vivir en cualquier parte, pero que solo existen de verdad en Mandiso:

  • Mujeres que bordan amaneceres sin saberlo.

  • Niñas que encuentran en los espejos una versión de sí mismas más valiente.

  • Zapateros que siguen pasos que ya no existen.

  • Jardineros que cultivan relojes de arena como flores vivas.

  • Casas que aprenden a decir aquello que sus dueños no se atrevían a pronunciar.

Son historias breves, pero no pequeñas. Cada una contiene una emoción, un misterio, una grieta de luz. En algunas predomina la ternura; en otras, la melancolía; en muchas, el desconcierto hermoso de lo inesperado.

Mandiso nunca es un escenario pasivo.
Mandiso observa, escucha, cambia, responde.
Y cada relato es un eco distinto de ese lugar que se transforma según quien lo mire.


La magia suave de Mandiso

Este libro no habla de grandes milagros, sino de pequeñas maravillas cotidianas. La magia aquí no deslumbra: acompaña. Se esconde en detalles que podrían pasar desapercibidos si el lector no afina los ojos.

Un paraguas que no protege de la lluvia, sino de los recuerdos.
Una bandada de pájaros que empieza a repetir frases que nadie ha dicho aún.
Un farol que se apaga cada vez que alguien rompe una promesa.
Un río que decide no seguir su curso y se queda quieto, como si quisiera escuchar algo.

Esa es la esencia del universo mandiseño:
no pretende explicar el mundo, sino ensancharlo.
No pretende revelar verdades, sino sugerirlas.
No pretende asombrar, sino dejarte pensando.

La magia de Mandiso es familiar, cálida, cercana.
No asusta: invita.
No irrumpe: susurra.
No exige comprensión: se ofrece a la intuición.


Un libro para leer como quien abre ventanas

Paseando por Mandiso puede leerse de corrido o a sorbos. Cada cuento es una ventana hacia una sensibilidad diferente, pero todas muestran el mismo horizonte: un pueblo que no existe en ningún mapa y, sin embargo, vive en todos los que alguna vez soñaron con un lugar mejor, más lento, más humano.

El libro está construido como una caja de música:
abres la tapa y cada historia comienza a sonar por sí misma.
Al cerrarla, algo queda vibrando dentro.

Ese algo puede ser una imagen, una frase, un gesto, un personaje que te acompaña durante el día sin que te des cuenta. Puede ser la sensación de que lo extraordinario se esconde detrás de lo cotidiano. O la certeza de que todos llevamos un poquito de Mandiso en los pies, en los sueños, en la manera de mirar.


Por qué escribir estos relatos

Después de Mandiso, había quedado un territorio emocional abierto: pequeñas ideas, escenas que no encajaban en la estructura del libro, personajes que habían mostrado apenas una esquina pero que parecían pedir su propia voz.

Este volumen es, en cierto modo, una deuda con ellos.
Y también con los lectores que sintieron que Mandiso aún tenía cosas por decir.

Quise que este libro fuera una invitación:
un paseo tranquilo, sin prisa, como quien recorre un pueblo que ya conoce pero descubre de nuevo gracias a un detalle que nunca había visto. Una grieta en una pared. Un olor que recuerda a algo. Un sonido que no sabes de dónde viene.

Cada relato es un paso más hacia ese territorio interior donde guardamos las cosas que aún no entendemos, pero que intuimos importantes.


Un universo que sigue creciendo

Paseando por Mandiso no cierra nada: abre.

Este libro no concluye un camino, sino que extiende un puente hacia futuras historias. Mandiso es así: un pueblo vivo, mutable, que cambia con cada lector y que nunca se deja atrapar del todo.

Quizá, al terminarlo, también tú tengas la sensación de que algo sigue en movimiento.
Que un farol se ha encendido.
Que un espejo ha respirado.
Que un río ha decidido quedarse un rato más.

Y tal vez, solo tal vez, mientras pases la última página, sientas que Mandiso te mira de reojo y sonríe.


Una invitación final

Si alguna vez te has sentido atraído por lo que no encaja, por lo que deslumbra en silencio, por lo que parece imposible pero también cercano… este libro es para ti.

Si disfrutas de los relatos que dejan huella, que despiertan emociones suaves, que iluminan o perturban sin romperte… este libro es para ti.

Y si simplemente quieres volver a Mandiso —o descubrirlo por primera vez—, entonces abre estas páginas despacio.

Pasea.
Detente.
Escucha.
Deja que el pueblo se revele ante ti.

Porque Mandiso no se visita:
se recuerda.

Y ahora, por fin,
te estaba esperando.